jueves, 17 de octubre de 2013

Los pueblos de la Costa del Golfo fueron creadores de impresionantes muestras del culto a las deidades del inframundo y la parafernalia que las rodeaba.

Los pueblos de la Costa del Golfo fueron creadores de impresionantes muestras del culto a las deidades del inframundo y la parafernalia que las rodeaba. Varias de las esculturas, en piedra o cerámica, que hoy vemos fueron de proporciones muy semejantes a las de sus creadores, quizá para dejar constancia del poderío y del destino final que los hombres no podemos evadir. La gracilidad de las esculturas descarnadas, el adorno de los grandes paneles –con suntuosos entrelaces y abundantes plumajes que rodean escenas alegóricas a la muerte y a la muerte por sacrificio–, son también muestrario de la fuerza del inframundo. Las esculturas de los sacerdotes de la muerte son masivas, fuertes, poderosas y se coronan, al igual que las piezas de cerámica o de formato pequeño, con rosetones de papel plisado y gorros cónicos, elementos ligados a la muerte y al renacimiento de la vegetación, concepto presente en la cosmogonía mesoamericana y que nos dice que la muerte engendra vida.

En la imagen: dios del inframundo. Escultura en barro sin cocer de tamaño aproximado al natural. Se le encontró en un edificio dedicado al culto a la muerte. (El Zapotal, la Mixtequilla, Veracruz. Foto: Carlos Blanco / Raíces)


“La muerte en el México prehispánico. Costa del Golfo”, Arqueología Mexicana Edición Especial 52.

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