Los
pueblos de la Costa del Golfo fueron creadores de impresionantes
muestras del culto a las deidades del inframundo y la parafernalia que
las rodeaba. Varias de las esculturas, en piedra o cerámica, que hoy
vemos fueron de proporciones muy semejantes a las de sus creadores,
quizá para dejar constancia del poderío y del destino final que los
hombres no podemos evadir. La gracilidad de las esculturas descarnadas,
el adorno de los grandes paneles –con suntuosos entrelaces y abundantes
plumajes que rodean escenas alegóricas a la muerte y a la muerte por
sacrificio–, son también muestrario de la fuerza del inframundo. Las
esculturas de los sacerdotes de la muerte son masivas, fuertes,
poderosas y se coronan, al igual que las piezas de cerámica o de formato
pequeño, con rosetones de papel plisado y gorros cónicos, elementos
ligados a la muerte y al renacimiento de la vegetación, concepto
presente en la cosmogonía mesoamericana y que nos dice que la muerte
engendra vida.
En la imagen: dios del inframundo. Escultura en
barro sin cocer de tamaño aproximado al natural. Se le encontró en un
edificio dedicado al culto a la muerte. (El Zapotal, la Mixtequilla,
Veracruz. Foto: Carlos Blanco / Raíces)
“La muerte en el México prehispánico. Costa del Golfo”, Arqueología Mexicana Edición Especial 52.
En la imagen: dios del inframundo. Escultura en barro sin cocer de tamaño aproximado al natural. Se le encontró en un edificio dedicado al culto a la muerte. (El Zapotal, la Mixtequilla, Veracruz. Foto: Carlos Blanco / Raíces)
“La muerte en el México prehispánico. Costa del Golfo”, Arqueología Mexicana Edición Especial 52.
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